<<No debo vomitar,
no debo vomitar>>
De mi boca escapó un
pequeño grito de histeria. Necesito hacerlo para sentirme bien.
Me lancé a la cama y me
llevé las manos a la cabeza, respirando un poco con dificultad.
-
¡Ei! ¿Estás
bien?
Nerea acababa de llegar.
Hoy le tocaba pesarse y había ido un poco nerviosa.
Pero al contrario como
iba, venía más contenta y feliz.
Seguramente habrá ganado
más kilos, se nota que está recuperándose.
-
Si, si… estoy
haciendo un gran esfuerzo por no vomitar – contesté con la cara tapada por la
almohada.
-
Ya verás, con
un poco de fuerzas lo conseguirás
-
Eso espero
tía…
Nerea se sentó en la cama
de un brinco.
-
¿Qué tal ha
ido con la báscula?
-
Engordé 3
kilos
Esta vez la miré, con una
sonrisa en la cara.
-
¡Felicidades!
Nerea sonrió.
-
La siguiente
serás tu, ya verás
-
Eso espero…
Me levanté de la cama y me
puse a dar vueltas por la habitación.
-
¿Desde cuando
os conocéis tú y Mikel? – preguntó Nerea de repente
-
¿Conocernos?
No nos conocemos…
-
¡Qué dices!
Hace dos días fue directo a nosotras, y cuando te fuiste, me preguntó porque
estabas de tan mal humor
-
Eso es porque
estaba preocupado, nada más
-
Tu a mi no me engañas,
os habéis conocido de alguna forma
Le
hice el corte de manga.
-
Infantil
-
No te escucho
cara de cartucho
Nerea
me miró divertida. Empecé a reír y a dar golpes en la cama, olvidando las ganas
de vomitar. Pero aun me faltaba una cosa muy importante, sin la cuál, cualquier
esfuerzo que hiciera por no vomitar o por comer, serían en vanos.
·············
Comprobé que Nerea estaba dormida.
Si, lo está, acaba de soltar uno de sus famosos
ronquidos nocturnos.
Revisé la hora en el móvil. Las dos de la madrugada;
normal que estuviera dormida.
Me levanté de la cama con mucho sigilo, procurando
hacer el menor ruido posible.
Salí corriendo por el pasillo del hospital,
escondiéndome detrás de columnas por si me veía alguna enfermera que estuviera
haciendo guardia.
Con destreza, me colé en el cuarto de baño público,
cerrando las puerta tras de mi.
Sin decir palabra, me vendé los ojos, y sin ver
nada, me puse delante del espejo.
Ahora debía concentrarme al máximo.
Con los ojos cerrados, empecé a visualizar mi verdadera
imagen, la que todos me ven.
Una chica delgada, en los huesos y muy débil.
Alguien que con un solo empujón se haría añicos,
simplemente por su cuerpo tan delgado.
-
No estoy gorda
– murmuré en voz baja – no estoy gorda
Con las vendas aún puestas, me saqué la camiseta y
los pantalones, quedándome solo en ropa interior.
<<Si estás gorda estúpida>> dijo una
voz dentro de mi cabeza <<la gente solo quiere que comas para que te
pongas más fea de lo que eres>>
Negué agitando la cabeza con energía, pero con una
lágrima saliendo de los ojos.
-
No estoy
gorda…
<<Si lo estás>>
-
No, no lo
estoy… estoy en los huesos… ¡ESTOY EN LOS HUESOS!
Cogí aire, con las lágrimas por la boca, y me quité
poco a poco la venda de los ojos.
Me miré fijamente, llorando aún más al ver mi
imagen en el espejo.
No me podía creer que estuviera tan mal, no me
imaginaba así.
Las costillas se me notaban mucho, al igual que los huesos de las piernas
y las caderas.
Mi cara estaba muy pálida y falta de proteínas.
¿Y qué decir del pelo? Muy estropeado y caído, peor
de lo que pensaba.
Ahora lo veía todo. Estoy echa un hueso, soy muy
delgada.
Es verdad, me estaba matando a mi misma, me estaba
haciendo mucho mal.
Ya tenía la excusa perfecta para comer y no
vomitar.
Pero quedaba un inconveniente.
La mayoría de las veces por la que vomito es para
sentirme mejor conmigo misma, y superar eso sería mucho más difícil.
·············
Miré
el desayuno con mucho asco, con repugnancia.
Pero
no me quedaba más remedió que comérmelo y tragarlo si quería recuperarme.
Con
la cuchara, me metí un montón de cereales en la boca.
Cada
vez comía más rápido, intentando no saborear la asquerosa comida del hospital.
Luego
me comí el yogurt, que a pesar de decir que sabe a fresa, sabía a cartón.
-
¿Hoy comerás
el bizcocho de Joana? – preguntó Nerea, ya acabando de comer.
-
Si, hoy si
-
¡Perfecto!
Sonreí
y también acabé de comer.
Al
llegar la enfermera, miró sorprendida mi plato.
A
continuación empezó a buscar comida por debajo de la cama y de la almohada,
buscando después por los cajones de la cómoda.
-
¡No he
escondido nada! – repliqué ofendida.
-
Me sorprende
La
enfermera se llevó nuestras bandejas.
Bufé
muy ofendida, nunca nadie confía en mi.
-
¿Comerás el
bizcocho con nosotras? – preguntó de nuevo Nerea
-
¿Con quiénes?
-
Con unas chicas
también fan de pulseras rojas…
-
Paso, prefiero
comérmelo tranquila y sin gritos a mi alrededor
-
Pues tú verás
chica…
Cogí
el iPod y me puse a escuchar música rock para ‘’relajarme’’ aunque más bien
está música me da mucha energía.
··············
Me
senté en tercera fila, escuchando con atención cada palabra de Joana.
Sentí
como Mikel me miraba de vez en cuando, y una ocasión, hasta nuestras miradas de
cruzaron.
A
la hora de la verdad, me levanté y fui directa a Alex, que era quien repartía
el bizcocho.
Cuando
llegó mi turno, me saludo con una sonrisa y me dio el bizcocho.
Al
tenerlo en mis manos, me separé corriendo del grupo, para poder comérmelo en un
lugar tranquilo. Divisé un banco y me senté en el.
Le
di el primer bocado. Bueno, no está tan mal, se puede mejorar.
Me
lo acabé en 3 bocados.
-
Ya veo que
estás comiendo
Mikel
se acababa de sentar a mi lado vacilón.
Le
miré y le dediqué una pequeña sonrisa,
poniéndome un poco nerviosa.
-
Si, bueno… he
decidido comer
-
¿Y eso?
-
Pues… no se…
he visto como estoy en verdad y… quiero cambiar
Me
encogí de hombros sin saber que más explicar.
Mikel
empezó a reír con alegría, dándome después de unas palmaditas en el muslo, el
cuál aparté al segundo.
El
chico me miró contrariado.
-
¿No te puedo
tocar?
-
Hombre, a penas
nos conocemos, y además… - me mordí el labio – el otro día me vi de cuerpo
entero y no soy muy agradable que digamos…
Mikel
sonrió con dulzura.
-
Tranquila, si
sigues comiendo de aquí a tres semanas estarás mucho mejor
Le
devolví la sonrisa con un poco de timidez.
-
¿Hoy también
intentas ligar conmigo? – bromeé divertida.
Mikel
ni se inmutó, esta vez no se sonrojo.
-
Puedo hacerlo,
¿No? – contestó con voz picarona.
-
Déjame que lo
piense… ehm… ¡No!
Me
miró sorprendido y al instante empezó a reír.
-
¡Con las ganas
que tienes!
-
¡Las tuyas!
Más
risas de nuestra parte.
-
Yo me voy ya a
mi habitación
Me
levanté con cuidado y me puse bien el pantalón.
-
Pues ya nos
veremos otro día – dijo Mikel levantándose también.
-
Si, bueno
Fue
hacia mi y me dio dos besos.
-
Hasta otro día
niña
-
Adiós niño
Sonreímos
de nuevo.
Le
di la espalda y me comencé a andar hasta a mi habitación, aún con la sonrisa en
los labios.