-
¡¡Mikel
Iglesias no paraba de mirarte!! – gritó Teresa eufórica.
-
¿Y? Que me
mire todo lo que quiera… – contesté con voz de pasota.
-
¡¡Pero que
suerte que tienes!! ¡A mi ni siquiera me dirigió una pequeña miradita!
Suspiré y me tapé los ojos con una mano. Con el mal humor que tenía, como que ahora me viniera la niña
esta a darme la lata.
-
¡¡Pero es que
es tan guapo!! ¡Pero Alex Monner me sonrió cuando cogí el bizcocho! ¡Y…!
-
¡¡Te quieres
callar de una puta vez!!
El grito se escuchó bien
fuerte. Teresa me miró mal y por suerte se calló, yéndose a su cama indignada.
Una enfermera entró
preocupada.
-
¿Y esos
gritos?
-
Ella es la que
grita… - dijo Teresa con voz de enfadada.
-
¡Ella que es
muy pesada, hablando todo el día de sus ídolos!
-
¡Eh! ¡A Mikel
y Alex un respeto!
-
¡Voy a
respetar a quien me de la gana!
Teresa me tiró un cojín a
la cara, intentando provocarme.
Lo cogí y se lo tiré
con fuerza, haciendo que se enfadase más y me lo devolviera.
-
¡¡Chicas,
chicas!!
La enfermera se puso entre
nosotras justo cuando Teresa estaba cogiendo un vaso que tenía en la mesa.
-
¡Estaos
quietas! ¿Me escucháis? ¡QUIE-TAS!
Resoplamos.
La enfermera salió
murmurando enfurecida y nos quedamos solas.
Teresa me dirigió una
mirada de odio y cogió el móvil para jugar un poco.
Yo, en cambio, saque el
iPod y me puse a escuchar música.
Un poco de Avril Lavigne
no vendría nada mal…
Recibí un mensaje por el
móvil.
Lo cogí y miré a ver quien
me lo había enviado.
Hice una mueca.
Sonia me estaba enviando
un mensaje diciendo que ya pasaba de mi, pero que aun así que me seguiría
hablando.
Le contesté con rapidez y
envié el mensaje.
-
La semana que
viene también vienen los pulseras… - oí comentar a Teresa de lejos.
No contesté. Me daba
absolutamente igual que vinieran o no.
· · ·
-
¡Alicia, más
te vale haber engordado algo! – protestó la doctora.
Acababan de encontrar
comida guardada en unos de los cajones de la mesita de noche de la habitación.
Me había metido en un buen lío.
-
¡Te avisamos
de que encontraríamos la comida que guardases!
No contesté, no valía la
pena.
Teresa reía apartada en un
rincón, mirando divertida la escena. Aun estaba un poco enfadada por lo de la
otra vez; pero me da igual, si no me habla, menos me molesta.
-
Y Teresa,
mañana también te pesas con ella, así que más te vale haber engordado
La chica paró de reír,
poniéndose seria al instante. Se puede decir que le tiene fobia a la bascula.
Esta vez la que reí fui yo.
La doctora puso los ojos
en blanco y se fue de la habitación, ya cansada de nosotras dos y nuestras
peleas.
-
Tu no te rías,
que las has cagado – replicó Teresa
-
Mira quien fue
hablar…
-
Yo seguramente
habré ganado kilos por el bizcocho de la otra vez
Solté una carcajada
estridente.
-
¡Por uno que
te comieras no vas a engordar 3 kilos!
-
¿Y?, al menos
esta semana no he ido a vomitar, tu en cambio has ido por cualquier cosa
pequeña que te tragases…
Me encogí de hombros. Me
da absolutamente igual que haya perdido o ganado kilos.
La verdad es que no le veo
muchos problemas a mi peso. No me encuentro ninguna enfermedad.
-
Y mañana nos
pesaremos después de que los pulseras vengan a hablar, así que seguro que el
bizcocho me dará ventaja
-
Seguro que no
-
Seguro que si,
además, tu al menos deberías probarlo
-
Paso, estoy
demasiado gorda como para comer todas esas calorías
-
Pues yo te veo
delgada
-
Igual que yo a
ti
No hablamos. Las dos al
mirarnos al espejo nos vemos gorda, a diferencia de los demás, que al mirarnos
ven dos esqueletos andantes.
-
¿Irás a la
charla? – preguntó con un hilo de voz.
-
No me quedará
más remedio…
Teresa calló unos
instantes. Pero prosiguió hablando.
-
¿Te puedo
preguntar una cosa? – parecía algo tímida.
-
Ya me acabas
de hacer una pregunta… pero bueno, dime
-
¿Por qué tus
padres nunca te visitan?
Reí, sorprendiendo mucho a
Teresa, que pensaba que tendría una reacción contraria a esta.
-
No nos
llevamos bien, piensan que solo soy una niñata de 16 años que no vale la pena
-
Y… ¿No te
molesta?
-
Una se acaba
acostumbrando y es… como si fuera lo normal. Además, tienen razón
-
Anda ya, si tu
vales la pena
-
No, no valgo
nada
Y no hablamos nada más,
dando por zanjada la conversación. Y de alguna manera extraña, haciendo las
paces y olvidando lo de los últimos días.
· · ·
Saqué maquillaje de la
mochila y le di un poco de todo a Teresa, en el fondo, con un poco de ilusión.
La chica, al parecer,
quería pintarse la cara para parecerle más guapa a los pulseras; diciendo que
muchas chicas iban a ir así.
-
¡También te
puedes pintar tú! – sugirió mirando fijamente un lápiz de ojos azul.
-
Da igual, solo
me maquillo cuando salgo a la calle
-
¡Sosa!
Le di un cate amistoso a
la vez que reía. La conversación de ayer nos había hecho algo más amigas.
-
¿Y como te
pinto?
-
Pues me haces
la raya en el ojo, me pones rimel, me pintas los labios de un rosa coral flojo
y le pones brillo… ¡me quitas las ojeras por favor! Y me pintas el parpado de
negro
-
Qué fácil me
lo pones chica. En mi instituto, tengo una amiga que se llama Ángela que
maquilla de puta madre.
-
¿Te ha pintado
alguna vez?
-
Una, cuando
fui a una boda, y todos los primos del novio intentaban ligar conmigo.
Reímos las dos. Es cierto,
y los primos eran bastantes guapos. Pero en ese momento solo tenía ojos para un
gilipollas.
La maquillé tal y como
ella me pidió. Al final quedó guapísima, a pesar de lo mala que soy
maquillando.
-
¡Muchas
gracias, Ali!
-
De nada mujer,
a ver si te ligas a alguno de ellos…
-
¡A Alex
Monner!
La miré divertida.
-
¡Pero si es
muy mayor para ti!
-
¿Y? Para el
amor no hay edades…
-
Mejor Nil, que
tiene tu edad
Se lo pensó unos
instantes.
-
Pues mira, Nil
también es muy guapo
Le saqué la lengua y
murmuré ‘’Adolescentes salidas’’.
Teresa al escucharme me
hizo el corte de manga.
-
¿Y tú no te
ligarías a ninguno?
-
Primero los
conozco, y si me gustan pues…
No acabé la frase, no
hacía falta.
Salimos al pasillo, y en
efecto, muchas chicas iban maquilladas.
Algunas incluso llevaban
tacones y vestidos muy ceñidos y excesivamente cortos.
-
Tu comparada
con ellas, eres una chica muy normal
Teresa me dio un codazo y
andamos más aprisa.
No pude evitar sentirme
algo incomoda. La mayoría de las chicas iban maquilladas y muy monas vestidas.
Yo en cambio, iba con un
chándal de Adidas, una cola alta normal y cero maquillaje.
Teresa al notarlo, me dio
unas palmadas.
-
Vas muy mona,
tu tranquila
-
Si claro, muy
mona…
El chándal era chulo, pero
comparado como van las demás, soy una mierda.
Esto nunca lo he podido
evitar. Siempre me he sentido peor que todos y todas. Mi autoestima es
bajísima, y eso me da muchos problemas.
Otra vez llegaron los
gritos y los ‘’OS QUIERO SOIS MI IDOLOS’’ o ‘’MIKEL PIVÓN’’.
No tenía ganas de escuchar
otra vez a Joana.
Empezó a hablar, mucho más
tranquila que la otra vez, sin menos nervios.
En media hora terminó, y
como la otra vez, pusieron una bandeja llena de bizcocho.
Todas se levantaron para
coger los trozos, aunque más bien querían ver a sus ídolos.
Me levanté y me separé de
todo el barullo. No voy a coger ninguno.
Apoyada en una columna,
cerré los ojos y dejé mi mente vagar por un universo paralelo al que vivo.
-
Deberías comer
Abrí los ojos confusa, y más
confusa me quedé al ver quien me hablaba.
-
¿Disculpa?
Me puso un trozo de
bizcocho delante de la cara.
-
Que deberías
comerte al menos este trozo de bizcocho
Hice una mueca de
desprecio y desvía la mirada.
-
Lo siento pero
paso
Oí como resoplaba frustrado.
-
Al menos un
bocado pequeño
-
No pierdas el
tiempo conmigo y vete con tus fans, que te echarán de menos
-
Lo siento pero
paso
Le miré a los ojos, sabía
perfectamente que me acababa de imitar. No me importa que me imite, pero jode
un poco el tono con el que lo había dicho.
Me puse frente a el con
cara de mala leche.
-
Oye Mikel…
-
¿Sabes quien
soy?
- Es lógico, ¿No?
Sonrió un poco.
-
Bueno, si no
quieres comer, allá tu.
Le miré entre sorprendida
y agradecida por no presionarme tanto.
Me miró de arriba abajo,
esbozando una pequeña sonrisa.
-
Vas muy guapa
Me ofendió. Nunca me ha
gustado el sarcasmo, y menos de ese tipo.
Al ver mi cara cambió la
sonrisa.
-
Oye que te lo
decía en serio
Arqueé una ceja.
-
¿Prefieres a
una chica toda despeinada con un chándal, que a otra con un vestido corto y
ceñido con escote?
-
Bueno,
depende, si es en una discoteca pues lo segundo. Si es un hospital, pues lo
primero.
-
No te
entiendo…
-
Que esas van
así por el hospital para llamar la atención
-
VUESTRA
atención
Destaqué la palabra vuestra
con un tono alto de voz.
-
Además, tu
estás muy guapa vestida así
-
Ya, claro…
-
Que si, en
serio, eres muy guapa
No contesté, pero se me
vino una idea a la cabeza que me hizo reír.
-
¿De que ríes?
-
¿Estás ligando
conmigo?
Mikel se puso rojo al
instante, dándome a entender que sí.
-
Ligo en todos
lados, ¿Vale?
-
Ya, ya…
Un chico se acercó a
nosotros.
-
Mikel tenemos
que irnos a la planta tres, los chicos con cáncer – dijo Alex resoplando,
seguramente huyendo de algunas fans.
-
A si, claro –
Mikel me miró y me sonrió – Nos veremos la semana que viene entonces
-
Claro, hasta
la semana que viene
Le devolví la sonrisa y me
di la vuelta para irme a la habitación.
-
¡Alicia,
espera!
Mi doctora junto a
Teresa, me miraban impacientadas.
¡No me acordaba de que me tenía
que pesar!
Mikel y Alex miraban sin
saber que hacer.
Fui hacia ella con
prisas y me puse al lado de Teresa.
-
¿Has comido
bizcocho? – preguntó al percatarse de la presencia de Mikel y Alex
-
Si – mentí
rápidamente, mirando de reojo a Mikel.
-
¿Ha comido
bizcocho? – esta vez se lo preguntó a los otros.
Los miré con súplica,
pidiendo que me encubrieran.
-
Si, ha comido
– respondió Mikel con la voz ronca.
-
Bien, así me
gusta, a ver que tal son los resultados
Le lancé una mirada de
agradecimiento a Mikel y seguí a la doctora hasta su consulta.
Las tres entramos y nos
dirigimos al peso.
-
Teresa, tu
primero
La chica, muy nerviosa, se
quitó los zapatos y, cerrando los ojos, se colocó encima de la báscula.
Los abrió y se quedó
paralizada: había engordado 1’5 kilos.
No sabía si reír por estar
recuperándose, o llorar por estar más gorda.
-
Bien hecho
Teresa
Se quitó de la
báscula y suspiró, eliminando la tensión y sonriendo de felicidad.
Esta vez me monté yo, con
los nervios a flor de piel.
Miré el peso y no supe que
hacer.
La doctora me miró severa
y enfadada por mi peso. He bajado un kilo.
-
Bajando kilos,
¿eh?
-
Yo… no sé que
ha pasado…
-
Qué has
escondido comida y has vomitado, eso pasa
No respondí.
Me quité de la báscula y
salí de la consulta casi corriendo, con unas extrañas ganas de llorar.
Por primera vez, he
querido engordar, y todo por un puto piropo de un desconocido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario