Hace
aproximadamente nueve meses
-
¡Fuera de casa
niñata!
-
¡Encantada de
la vida!
Salí
dando un portazo con mucha fuerza. Que se jodan.
Asco
de familia y asco de todo, a ver cuando cumplo los dieciocho y me largo de una
vez por todas.
Cogí
la moto de mala gana y arranqué para irme a la plazoleta, donde había quedado
con unos amigos de la infancia.
Al
olvidarme del problema que acababa de tener en casa, (había roto dos platos)
recordé a Sergio.
Mañana
habíamos quedado después de conocernos en la discoteca.
Normalmente
no soy así, quiero decir, que no soy tan confiada en quedar con un chico al que
apenas conozco.
Pero
el… tiene algo que le hace especial, único.
-
¡¿Dónde vas
loca?!
Volví
a la realidad y me percaté de que me había pasado la plazoleta, y que esa voz
era la de mi amigo Ezequiel.
De
media vuelta de forma bruta y aparqué de cualquier forma en la acera.
Total,
me da igual lo que digan de mi forma de aparcar.
Por
desgracia, tan solo era eso. De lo demás si que me importa de que hablen de mi.
Mi
amigo aplaudió con ironía, conteniendo las ganas de reír.
Le
hice el corte de manga y a continuación le abracé con cariño; hacía ya casi un
año que no le veía.
-
¿Cómo te va? –
preguntó después de abrazarme.
-
Muy bien, ¿Y a
ti?
-
¡Muy, muy
bien!
Sonreí
y nos dirigimos con los demás, que esperaban impacientes sentados en un banco.
-
¡Chicooooos!
-
¡Alicia
Garrido!
Jordi,
el más alto y corpulento de todos, fue hacia mi corriendo con los brazos
extendidos.
Me
cogió en brazos y me elevó por aire.
-
¡Aggh!
¡Suéltame cabrón!
-
¡No, no y no!
Le
di un beso en la mejilla para luego revolverle el pelo.
-
Alicia, nos hemos
traído a un amigo que no conoces, no te importa ¿Verdad?
-
Esto… no…
En
verdad si me importaba un poco, pero bueno, depende de cómo sea ya veremos que
tal me cae.
-
¡Ven Sergio!
El
chico fue hacia mí, sonriendo y a la vez sorprendida.
Yo
también me quedé sorprendida, pero le devolví la sonrisa con aire triunfal.
-
Joder, no me
lo esperaba – dijo abrazándome y dándome un beso.
-
Ni yo
-
¿Os conocéis?
– preguntó Raúl.
-
El otro día,
en una discoteca – contestó Sergio agarrándome de la cintura.
Me
sonrojé y me apreté más a el. Movimiento de ligue: paso 1.
-
Bueno chicos,
quedad mañana… no, mejor dentro de dos días con ella, ¡Me la llevo!
-
¿Cómo que…?
No
me dio tiempo a decir nada. Sergio me llevaba a cuestas de mis amigos, riendo.
-
¡Mañana
también quedamos, que te enteres!
-
Pero en que me
he metido….
Reímos.
Anduvimos
en silencio, pero en un silencio nada incomodo.
El
seguía agarrándome de la cintura.
Le
miré un segundo y me sorprendí al encontrarle mirándome fijamente.
Miradas
cómplices de deseo.
Hay
lo vi claro, este chico me atrae mucho.
Sin
darme cuenta, el ya me estaba besando con ganas.
Le
devolví el beso con pasión.
-
Yo tengo que
irme, mañana nos vemos…
Asentí
y me acerqué a el para besarle de nuevo.
Nuestros
labios se unieron unos segundos, para luego separarse y echarse de menos.
···············
-
Este tío no
viene… – murmuré indignada, haciendo una mueca con la boca.
Se
estaba retrasando media hora, y muy paciente no soy, que digamos.
-
¡Alicia,
perdona!
Sergio
corrió hacia, un poco despeinado y rojo por el calor que hacía.
-
Perdona, es
que estaba ocupándome de mi prima pequeño
Le
miré con dulzura, perdonándolo del tirón.
-
No importa
cielo
Le
abracé y el me devolvió el abrazo.
-
Bueno, que
¿Nos vamos? – dije, estirándole del brazo.
-
Pues claro que
si
Me
rodeo por la cintura y así fuimos por todo el paseo.
Entre
bromas, sonrisas cómplices, risas y, sobre todo, muestras de afecto.
A
las tres horas nos sentamos justo delante del mar, ya al atardecer. ¡Todo muy
romántico!
Unimos
nuestras manos, mirando el horizonte.
-
¡Augh!
Le
miré entre divertida y asustada.
-
¿Qué pasa?
-
Me ha entrado
algo en el ojo… mira a ver
Me
acerqué sonriendo. Nada, no tiene nada.
-
No tienes
nada, Serg…
Me
besó con fuerza. Claro, ¿Cómo no se me ocurrió? Típica excusa para besar.
Pero
no me importaba, para nada.
Jugueteé
con su lengua, haciendo que se volviera loco.
Me
tumbó en la arena y empezó a levantar el vestido blanco que llevaba.
Tensión.
Ahora si que todo es tensó, al menos para mi.
Le
paré las manos justo a tiempo de dejarme sin vestido.
El
me miró frustrado, un poco molesto por cortarle el rollo.
-
Sergio… yo…
soy virgen.
-
¿Y? No me
importa
-
Ya pero… me
gustaría que mi primera vez fuese en otro sitio…
Me
mordí el labio y miré sus manos, las cuales estaban a centímetros de mis pechos.
-
Muy bien… no
importa
Se
le notaba distante y con la voz seca. Si que le importa.
-
Si quieres,
podemos quedar mañana en tu casa
Le
mordí la oreja con travesura.
Sonrió
y me miró atrevido.
-
Pues muy bien,
mañana te paso a buscar…
Me
dio otro beso, pero más controlado que los anteriores.
-
Te quiero mía…
- susurró a mi oído, con una voz dulce que me excita.
Si,
me he dado cuenta, me he enamorado de este chico. Y no me importa en absoluto.
···········
Le
miré durante unos segundos. Duerme plácidamente, y eso me fascina mucho.
Sonreí
y le acaricié la mejilla con la yema del dedo, con suavidad, para no
despertarle.
Pensé
un poco: He perdido la virginidad.
Pero,
por desgracia, no estoy segura de si he hecho lo correcto.
A
este chico, aunque me haya enamorado, a penas le conozco, y eso me da miedo.
¿Y
si ahora resulta ser un loco psicópata?
Negué
con la cabeza varias veces; me estaba montando paranoias.
Le
di la espalda y miré observe su habitación.
Es
de tamaño normal, con póster de grupos de cantantes canis.
Eso
hizo que me deprimiera un poco. No me gusta los canis, y menos la música
reggetón.
Soy
más bien una tía rockera, heavy metal…
Escuché
un gruñido por detrás.
Sergio
de incorporó en la cama y me miró unos segundos, sonriendo.
Le
devolví la sonrisa y le guiñé un ojo.
Me
dio un corto beso en los labios y se recostó sobre mí, emitiendo gemidos
parecidos al de un cachorro de perro.
Reí
feliz, muy feliz.
·············
Pero
en donde mierda he metido. ¡¿Cómo he podido ser tan gilipollas?!
Si
al final iba a ser ciertas las paranoias que me estaba montando los días
anteriores.
Ya
me había pegado dos veces, y en ninguna de las dos parecía haberse arrepentido.
Lo
peor es que no tengo cojones de contárselo a nadie, y todo por el puto miedo.
Me
llevé la pomada al brazo, un poco ensangrentado y lleno de moratones.
Adiós
a las mangas cortas por un tiempo.
Suspiré
y ahogué un grito de dolor.
Se
abrió la puerta de un portazo.
Sergio
entró como si nada hubiere pasado, sonriendo inocente.
-
Eres un
cabrón… - dije en voz muy alta, que se enterase
-
Lo se cariño,
lo sé
Se
acercó y me dio un beso en la mejilla.
Le
separé de un empujón. Me gusta mucho, pero no pienso dejar que me vuelva a
tocar.
Aun
así, le miré a los ojos con tristeza, sosteniendo su mirada e ignorando esa sonrisa
burlona dibujada en su rostro.
-
¿No me
quieres? – me atreví a preguntar.
El
río socarronamente, negando con la cabeza.
-
¿Como te voy a
querer si ha ti no te quiere nadie?
Tragué
saliva con dificultad, con nervios, muy dolida.
-
Hay mucha
gente que me quiere…
-
Eres una
mierda, una tía a la que nadie nunca va a querer, ¡No eres nada! ¡¿Pero has
visto tu físico?! ¡Muérete!
Me
quedé en silencio. ¿De verdad había dicho eso con tanto atrevimiento?
Ni
siquiera parecía un poco arrepentido, se mantenía igual que antes.
Esas
palabras me hirieron, y mucho.
¿A
que venía lo de mi físico? ¿Estoy gorda? ¿Fofa?
-
No te quiero
volver a ver más en mi puta vida…
-
Pues muy bien
gilipollas
Me
propinó un puñetazo en la espalda. Me mantuve firme, sin dejar ver todo el daño
que me ha hecho físicamente y psicológicamente.
Lo
peor es que de todas formas, sigo enamorada de el.
···············
Ya
llevo dos días sin comer apenas nada. Un record por mi parte.
Tengo
que adelgazar, por lo que debo comer menos, hacer mucho deporte y quemar
calorías.
Pero
a pesar de todo me sigo viendo gorda, como si estas tres semanas en ayunas no
hubieran servido de nada.
Tanta
amargura tenía que opte por la opción que menos me gustaba, pero que siempre es
la que mejor funciona.
Por
primera vez, me llevé los dedos a la garganta y expulsé todo lo que poco que
había comido.
Increíblemente,
una tranquilidad y un bienestar se apoderaron de mí, lo contrario que pensaba
que iba a suceder.
Si
estoy servía, todos los días vomitaría, hasta llegar a un peso en el que me
sintiera bien, a gusto con la vida.
Lo
que no sabía era, que ocho meses después de todo esto, entraría al hospital
anoréxica y débil, pero que esta nueva experiencia me iba a cambiar totalmente
la vida.
···················
Mikel
me miraba fascinado por la historia que le acababa de contar.
Sin
querer, volví a soltar débiles lágrimas, como una niña pequeña a la que le
quitan un caramelo.
-
Perdona por
haberte contado todo este rollo…
-
Shhh…
Me
levantó con delicadeza la barbilla, mirándome directamente a los ojos, como si
me intentara leer el pensamiento.
-
No debes
sufrir por cabrones como el…
-
Lo se… pero es
que…
-
No, ni es que
ni nada, eres una chica fuerte y no debes caer por nadie así
Asentí
y sonreí, un poco sonrojada por estar tan cerca de el.
Pero
al parecer, era demasiada distancia, pues se acercaba lentamente hacia un punto
directo.
No
sentí ganas de separarme o de darle una guantada, no se porque.
Es
un chico que me transmite confianza, más bien, es el primero al que le cuento
todo lo ocurrido.
Al
estar unos milímetros de mis labios, ya incluso rozándomelos, paró y me miró a
los ojos.
No
hubo respuesta por mi parte, pues los mantenía cerrados y dejándome llevar por
la respiración de Mikel.
El
sonrió y los cerró también, abriendo un poco la boca y acercándose más.
Noté
los cálidos labios de Mikel rozar los míos, solo un microsegundo más y beso
asegurado.
-
¡ALICIA!
¡ALICIA!
Automáticamente
nos separamos, más rojos y muertos de vergüenza que nunca.
Teresa
se quedó pasmada y nos miró a los dos sin saber muy bien que decir.
-
Yo… si eso
vuelvo en otra ocasión…
-
No, no hace
falta, si ya me iba… - se apresuró a decir Mikel levantándose de la cama.
Yo
miraba al suelo como atontada, un poco aturdida por todo lo que podría haber
pasado en solo unos segundos.
-
Bueno Alicia…
que… que me voy
-
Si, bueno, ya
nos veremos…
Le
miré con un poco de temor, pero me sorprendí al ver dulzura en su mirada.
Me
sentí segura de nuevo, me trasmite mucha confianza.
Nos
sonreímos a la vez.
Baje
mis ojos al suelo, sonriendo como una tonta, sin poder remediarlo.
-
Adiós Teresa
-
Adiós…
Al
comprobar que ya se había ido, acaricié mis labios, justo donde había notado
los suyos.
Teresa
aun seguía como en estado de shock, pero poco a poco volvió a reaccionar, hasta
sentarse en la cama de enfrente.
-
Bueno,
cuéntame ¿No? – dijo, esbozando una sonrisa.
-
No ha pasado
nada…
-
Ya claro, si
no llego a entrar os empezáis a comer la boca
Sonreí
y deseé que hubiese pasado aquello.
-
¿Te gusta? –
preguntó.
-
¿Qué?
-
Que si te
gusta Mikel
-
No
-
Alicia…
-
No se… la
verdad es que no se, estoy confundida.
-
Pues si salís
juntos, serás la primera novia suya que me caiga bien
-
Gracias mujer
Reímos
las dos.
-
¿Y tú por qué
entraste de esa manera? – recordé de repente.
-
¡A eso! –
sonrió nerviosa – me han dado el alta, me voy mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario